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los héroes invisibles

del coronavirus

El equipo de Laureados habla con cuatro personas que en su día a día contribuyen a salir de la crisis del coronavirus

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Pablo Arroyo, Blanca Sobrino y Belén Astolfi| 26/04/2020 

El panorama actual del covid-19 ha permitido a la sociedad descubrir que los héroes ya no son cosa de la ficción. Amigos, vecinos y familiares han pasado a ser los héroes invisibles del coronavirus. Son personas que tienen sus problemas y preocupaciones, pero aún así contribuyen con pequeños gestos a que los demás también puedan llevarlo lo mejor posible. Joseba, Estrella, Paula y Fran colaboran todos los días para salir de esta pandemia que ha llegado de imprevisto para el país entero. 

Carta a los ciudadanos

El anciano que se quejaba de las fiestas en los pisos de estudiantes ahora baila mientras el DJ de la comunidad le pone, desde el balcón, música a todo volumen.


El padre que detestaba a los policías ahora babea mientras ve a su criatura moverse al ritmo de la música que le pone el nacional. Y sí, se ha bajado del Picasso.


El que odiaba la prensa se ahoga ahora en las noticias. Porque necesita saber qué va a pasar. Y cuándo la normalidad regresará.


Dani Martín dando un concierto en un directo de Instagram. O Madame de Rosa volviendo a retomar para lo que un día estudió: enfermería.


Y el psicólogo, en la línea moral de su profesión, ofreciendo consultas gratuitas vía Skype para aquellos que lo necesitan.


Las lágrimas del 14 de marzo de 2020, cuando el presidente decretó el estado de alarma, que ni el mundial de fútbol de 2010 provocó.


O cuando el domingo 15 de marzo fue, para la mayoría de españoles, el domingo más domingo del mundo.


El taxista, que ya se ha olvidado de su guerra con las VTC para llevar, sin ánimo de lucro, a aquellos posibles enfermos al hospital.


O el que prefería que le hablasen de “usted” pero ahora prefiere que le tuteen. Necesita sentir que estamos todos juntos.


Dos amigas mías —inseparables entre ellas, por cierto—, Elvira y Lourdes, colgaron un cartel en el ascensor ofreciéndose a hacer los recados para los más mayores. También brindaban una oportunidad a los más pequeños.


Igualmente las personas que se quedan en casa. Pensando en sus mayores. Y acordándose de que ellos son los más vulnerables. Y de que un día salieron a la guerra para darnos de comer.


Los enfermeros, médicos o farmacéuticos, haciendo horas extra o guardias localizadas... Gracias por darnos esperanza.


Mi madre me decía en serio que volviese a casa antes de que el Gobierno limitase la circulación. Las únicas dos reglas: no vale salir de casa ni dar besos ni abrazos. Con lo poco cariñosa que soy, le chicheé con que por fin había conseguido lo que quería. No tendría que darle un beso cada mañana o cada noche.


Es cuando varios peces se ahogan en el río cuando los humanos sacan lo mejor de sí mismos. Y el coronavirus no es la excepción a la regla.

Por Blanca Sobrino

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